A 50 AÑOS DEL PRIMER ENCUENTR0 ENTRE PAUL Y JOHN

Aquella tarde en que chocaron dos planetas

El 6 de julio de 1957, McCartney fue a ver la banda de Lennon, The Quarrymen, a una iglesia de Liverpool. Tras el concierto, John le pidió a Paul que formara parte de su grupo. Al año, se sumó Harrison y en 1960, se bautizaron The Beatles. Una prehistoria de admiración, entusiasmo y envidias.

Más de cuarenta años después, en cada esquina del mundo, se sigue tocando y amando la música del grupo. Y sin embargo sus orígenes fueron bastante desfavorables.

Cuando Paul McCartney enfiló hacia la fiesta organizada por la iglesia Woolton en Liverpool el 6 de julio de 1957, era un adolescente común y corriente de 15 años que había crecido en la suburbana oscuridad inglesa. Había oído hablar de un grupo amateur de adolescentes llamado Quarrymen, dirigido por un estudiante de gramática, John Lennon, de 16 años de edad, que iba a tocar esa tarde. Y él también estaba a la búsqueda de chicas bonitas.

La escena era esencialmente inglesa, gentilmente balanceada con tradición. La banda de la caballería voluntaria local conducía una procesión a través de las calles; las amas de casa vendían tortas y dulces caseros; los escolares con vestidos estrambóticos se perseguían y retozaban a la luz del sol; y los puestos publicitaban espectáculos tradicionales como Bagatelle, Hoopla y Un chelín en el balde.

En un área detrás de la iglesia parroquial, McCartney escuchó la música que cambiaría su vida: el sonido de Lennon y de su banda, los Quarrymen, tocando éxitos de rock and roll encima de una tarima casera.

Para diversión del joven Paul, Lennon estaba cantando el reciente éxito de Del-Vikings Come Go With Me, pero él había transcripto mal las frases de la radio. En lugar de cantar "Ven conmigo, por favor no me envíes 'más allá del mar'", Lennon cantó, "Ven conmigo hacia la cárcel..."

Luego, en el salón de la iglesia, McCartney le mostró a los otros muchachos sus imitaciones de Gene Vincent y Little Richard. Quedaron impresionados por su habilidad, pero desconcertados por su autoconfianza. Una semana más tarde un amigo común le dijo a McCartney que Lennon lo quería en la banda. Tres meses más tarde aparecieron por primera vez en escena: en el club local del Partido Conservador.

Lennon siempre supo que McCartney era bueno; en realidad, él inicialmente sospechó que era demasiado bueno para su banda de una escuela de gramática. Pero durante los pocos meses siguientes, los dos muchachos pasaron horas juntos, practicando con sus cuerdas, afilando sus destrezas en las fiestas de cumpleaños y en los bailes de la iglesia, y escribiendo letras para canciones.

Lennon iba a la casa de McCartney, y ellos se sentaban en el living con sendas guitarras y un viejo cuaderno escolar. "Yo escribía cualquier cosa que se me ocurría, comenzando en el tope de la página con 'Un original de Lennon-McCartney '", recordó McCartney en el libro de Barry Miles Paul McCartney: Many Years from Now. "En la página siguiente, 'Otro original de Lennon-McCartney'. Todas las páginas tienen eso. Nosotros nos considerábamos como un gran equipo de letristas".

El mito sostiene que la escena musical de Liverpool era en cierto sentido única. Al ser una ciudad portuaria, estaba en contacto con los blues norteamericanos. Pero la verdad es más mundana. Porque en ese momento había literalmente otros miles de grupos beat en Inglaterra, atrayendo a un próspero mercado de adolescentes. Para fines de la década, casi cualquier ciudad provincial, disfrutando de la afluencia posterior a la guerra, de la educación universal y de los ampliamente extendidos horizontes culturales, alardeaba de su propio circuito de negocios de discos, partituras musicales y clubes de jazz.

Entonces, ¿qué diferenció a Lennon y McCartney? Trabajo duro, por supuesto; su inextinguible sed por nuevas influencias; su disposición alerta ante las tendencias culturales de la época; su voluntad para desarrollarse y madurar, como hombres y como músicos. Y luego está la alquimia sin comparación entre ellos, pese a sus caracteres tan diferentes: Lennon era cáustico y rebelde, McCartney era confiable y tranquilo. Pero sus diferencias alimentaban su colaborativo, competitivo, feroz impulso creador.

Incluso al comienzo, los críticos inteligentes reconocieron sus logros. En 1963, William Mann, de The Times de Londres, asombró al mundo musical al nombrar a los Beatles como "los compositores ingleses sobresalientes del año". Mann, tal vez parcialmente en broma, alabó "la actitud autocrática pero de ningún modo no gramatical hacia la tonalidad (más cercana a, digamos, los villancicos de Peter Maxwell Davies en O Magnum Mysterium que a Gershwin o Loewe, o incluso Lionel Bart); el dueto enardecido y casi instrumental, algunas veces en falsetto, detrás de la línea melódica; los juegos con las vocales alteradas (I saw her yesterday-ee-ay) y las diferentes, a veces sutiles variedades de la instrumentación..."

La mayoría de los lectores pensaron que Mann se había vuelto loco. El tiempo, sin embargo, ha demostrado que tenía razón: dentro de un siglo, cuando gran parte de la música del siglo XX sea completamente olvidada, es una apuesta segura que personas en algún lugar todavía estarán cantando Hey Jude o Penny Lane.

Como Shakespeare, otro provinciano inglés que produjo la grandeza desde ninguna parte, los Beatles superaron sus modestos comienzos. Escribieron una imitación de los íconos estadounidenses que amaban, pero eran más que imitadores serviles. Fueron atraídos por los ritmos de su infancia, las rimas de guarderías infantiles, canciones marinas, las baladas de la clase trabajadora y de las rutinas de los music-hall que constituyeron la materia prima de la cotidiana vida musical inglesa.

Como todos los grandes artistas, trascendieron sus circunstancias históricas inmediatas. Tal vez nadie más ha llegado a capturar tan de cerca el vigor, optimismo y la diáfana posibilidad de ser joven. Aún cuando las composiciones más optimistas de McCartney-Lennon están moteadas de oscuridad y sombras, lo que brilla es su actitud hacia la vida, la irreprimible alegría de la banda que una vez fue bautizada Yeah Yeahs. Ellos eran los hijos de Inglaterra. Pero pertenecen al mundo.

(Dominic Sandbrook es profesor de historia de la Universidad de Oxford. Escribió "Never Had It So Good: A History of Britain from Suez to the Beatles".)

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